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Cuba…quiero bailar la salsa…

Llevábamos la lección bien aprendida, pero siempre es una sorpresa cuando llegas a un país comunista, y además consciente de que en ese país no hay casi de nada.

Avisamos por la emisora y nos dijeron que nos estaban esperando. Al entrar en Marina Hemingway hay un gran muelle a la izquierda donde están las oficinas de las autoridades.

Nos indicaron donde podíamos parar, pero no hicieron ningún gesto para ayudarnos con las amarras. A gritos conseguimos que nos ayudaran a poner una y ya nos encargamos nosotros del resto.

En primer lugar, vino la doctora con traje de guerra bacteriológica. Nos hizo una encuesta y PCR a los 3. Muy simpática la mujer y cuando nos dijo que de 24 a 72 horas estaría el resultado le pedimos por favor que tratara de acelerarlos porque sólo íbamos a estar 4 días. Comentó que no dependía de ella, pero insistiría al laboratorio.

Luego nos pasaron otra encuesta, y de uno en uno nos iban haciendo bajar para el proceso de inmigración. Foto y pregunta de si queríamos cuño de Cuba en el pasaporte con la respuesta de ¡por supuesto!

Nos asignaron amarre y fuimos hacia allí. La Marina Hemingway son una serie de canales paralelos y entre los canales están los hoteles, piscinas, restaurantes, etc.

Los canales son anchos, con agua muy limpia, servicio de agua y luz…están muy bien. Para los de Valencia, recuerda un poco a Port Saplaya, pero con menos apartamentos y los canales mucho más grandes.

Marina Hemingway

El único inconveniente es que cada canal tiene 800m., nuestro amarre estaba en medio, por lo que para ir a la oficina o a cualquier sitio, había que meterse una buena caminata.

El primer día no preocupaba, mientras no tuviéramos resultado de PCR negativo, no podíamos bajar del barco.

Nos conectaron a la luz y al agua y nos dedicamos a hacer pan, una coca, etc…

Por la noche nos quedamos sin agua, por lo que me bajé del barco para buscar las duchas. Enseguida vino el vigilante: que si cuarentena, que si no podía bajar, yo que si no hay agua, que si había llamado por la emisora, que si no contestaba nadie… El caso es que nos pusieron enseguida el agua (pero yo había bajado).

Al día siguiente, sobre las 15 nos dijeron que ya teníamos PCR negativa, que podíamos bajar a la Marina, pero no salir a la calle durante 4 días. Como me había leído la legislación cubana, le expliqué que no, que al ser turistas y no ir a vivir a la comunidad, podíamos bajar con el resultado negativo. Me dijo que iba a consultar a la doctora y al rato volvió diciendo que teníamos razón y podíamos bajar. Lo gracioso es que a 3 barcos que estaban en la misma situación que nosotros, no les dijeron que podían bajar y los tenían haciendo cuarentena.

El hotel estaba cerrado salvo un pequeño bloque donde tenían a los turistas en cuarentena (durante 4 días!!).

Y esto es un poco lo que sucede en este país, y de forma parecida en otros del Caribe. O sabes de qué van las cosas. o te van a tomar el pelo por todas partes.

Avisamos a los otros barcos y enseguida nos hicimos amiguetes de una pareja de franceses

Fuimos a la oficina de la Marina para hacer la entrada y preguntar cómo ir a La Habana, cambiar pesos cubanos etc.

Enseguida nos recomendaron a un taxista de confianza, que nos podía llevar. Hablamos con él (se llamaba Jorge, como el taxista de Panamá) y nos pidió 30$ por trayecto y cambiarnos pesos a 35 pesos por dólar. Sabía que en la calle se cambian a un mínimo de 50 pesos por dólar frente al cambio oficial de 24. Le dijimos que nos lo íbamos a pensar y hablaríamos mañana. Lo bueno es que el taxi era un precioso Chevrolet azul de los años 50. El caso es que no nos cayó demasiado bien, fue un poco prepotente.

Al día siguiente decidimos aprovecharlo para ir a La Habana, pedimos en Capitanía que avisaran a Jorge el taxista, nos dijeron que sin problema y que en un rato estaría George por aquí.

Estábamos hablando con los franceses cuando nos dijeron que George igual nos podía ayudar para cargar las botellas de butano De repente nos dijeron: está ahí!!, pero no veíamos el Chevy sino otro coche. De repente vino andando Jorge, pero era otro Jorge distinto al del día anterior. Pero con este hubo trato enseguida, me recordaba al Jorge de Panamá. Un cubano, listo, simpático, trabajador y negociador. Congeniamos enseguida, nos llevó a la Habana y nos ofreció cambio a 50 pesos cubanos por dólar. Lo tenía clarísimo, nosotros ganábamos y el también (lo cambiaba a 60 pesos por lo que se ganaba un 20% sin hacer nada).

El coche era un Lada de los años 70 (no estoy muy seguro porque yo no había nacido en esa época), supercuidado y con un aire acondicionado que funcionaba de maravilla.

Nos avisó de que probablemente íbamos a encontrar muchas cosas cerradas. Le dije que teníamos interés de ir al día siguiente a Las Terrazas, pero me dijo que estaba prohibido salir del municipio de La Habana por el COVID.

La Habana nos encantó. Es una mezcla entre Cartagena de Indias de Colombia, Ciudad Colonial de Panamá, con plazas enormes, callejuelas estrechas, fachadas preciosas junto a edificios prácticamente en ruinas. Está llena de contradicciones, pero es de las ciudades que tienen un alma que te transmiten. Es algo que he percibido en Florencia, Praga, Budapest y pocos sitios más y no en ciudades más ricas en monumentos o prestigio.

El Capitolio

Desde luego no hemos estado en su mejor momento (si éste ha existido en los últimos 50 años). Está lleno de filas de gente haciendo cola para comprar cualquier cosa. En ocasiones hay que preguntar para qué es esa cola y te comentan que para comprar picadillo de pescado o cualquier otra cosa.

Las caras son de tristeza, de cansancio, lejos del carácter alegre que impregna al pueblo cubano. No obstante, me gusta pararme a hablar con todo el mundo. Bastan 2 minutos de conversación para que aparezcan las risas, el “mi hermano, tú sabes” y que me llamen Javiel (que me encanta). Eso sí, tengo a Francisco y a Jonny hasta los mismísimos de que me vaya parando por ahí en todas partes.

Aún les toqué más las narices cuando quise contratar a un guía para que nos diera la vuelta por La Habana vieja contándonos la Historia. Creo que tuvimos suerte, porque Guillermo era una enciclopedia andante (realmente hacía la ruta en una especie de triciclo, pero imposible meternos ahí la tripulación).

Nos fue contando la historia de cada uno de los edificios importantes, las diferentes familias españolas que tuvieron importancia (casi todas con nombre de bodegas españolas famosas), las inquinas palaciegas y religiosas, amores y desamores y demás anécdotas. Disfruté como un enano, pero el resto estaba ya cansadillos de andar y nos fuimos hacia la Bodeguita de el Medio, que como casi toda La Habana estaba cerrada.

Casi enfrente nos metimos en un sitio que, aunque por ley debía estar cerrado, nos colaron en una especie de patio y pudimos tomar nuestra primera cerveza Bucanero Max (por fin una cerveza de verdad con 6,5°)

De ahí nos fuimos hacia la Plaza Vieja donde tenía que quedar con la madre de Gisela para darle la bolsa que había viajado conmigo en avión a Panamá, y ahora estaba recorriendo el Caribe con objeto de llevársela.

Como todos los restaurantes estaban cerrados, y hacía un calor de justicia, optamos por tomarnos unas cervezas sentados a la sombra en los pórticos de la plaza.

Tenemos la tarjeta Chatsim que nos permite tener whatsapp de texto en todo el mundo donde haya cobertura. Al acercarnos a tierra cubana nos funcionó sin problemas, pero en La Habana no hubo forma.

Los mensajes del satelital tampoco funcionaban y de vez en cuando me ponía en medio de la plaza a pleno sol con el Garmin apuntando al cielo para ver si pillaba satélites. Tampoco me importaban mucho las miradas de la gente que pasaba junto a mi pensando…

Tengo que decir que, en la latitud de México y Cuba, en esta época del año y sobre las 13:00, se produce un efecto muy curioso y es que el sol está justo encima de la cabeza por lo que uno no hace ni sombra en el suelo.

Al final nos recomendaron el restaurante La Vitrola que, aunque ahora es comida para llevar, curiosamente tenía unos bancos en la calle con sombrillas donde podíamos tomarnos la comida.

Nos pusimos a hablar con los camareros, simpatiquísimos, y que ya nos siguen en modoparaiso. Casualidad que uno tiene un hijo viviendo en la misma calle que Francisco en Sta. Cruz.

Estábamos de risas cuando de repente…¿Javiel? Y allí estaba Meicy, con su hermana y su cuñado. A Meicy la reconocí enseguida porque tiene la misma mirada que mi amiga Gisela.

Familia de Gisela

Estuvimos un buen rato de risas con ellos, tengo que decir que nos cayeron genial, nos despedimos del personal de La Vitrola y nos fuimos paseando hacia el malecón, cerca de donde habíamos quedado con Jorge el taxista.

El Malecón

Es una pena porque Cuba es música, el malecón es música, y todo estaba callado. Estoy seguro de que, si hubiera habido un sitio abierto, habríamos estado una semana yendo todos los días. Por desgracia todo estaba cerrado.

Nos recogió Jorge y cuando le volvía preguntar si se le ocurría alguna forma de saltarse el control para ir al municipio de Las Terrazas me comento…bueno…quizá sí. Ya teníamos una posibilidad para el día siguiente. Estuvimos un rato con los franceses, ayudándoles a planificar su viaje hacia Panamá. Luego nos quedamos pensando que probablemente en Las terrazas sucedería como en La Habana que todo estaría cerrado y ni siquiera podríamos hacer los senderos en los que es obligatorio ir con guía. Le dijimos a Jorge que tratara de averiguar si algo estaría abierto, ya que, si no era así, preferíamos no ir.

Tenía ganas de conocer en persona al comodoro Escrich del Club Náutico Internacional Hemingway de Cuba. Ya he contado en otros posts que es una persona de reputación a nivel mundial y con nosotros se portó muy bien preparando nuestra llegada a Cuba.

Nos acercamos al Club y estuvimos hablando con el cerca de una hora. Una persona muy inteligente, que dedicó su vida profesionalmente a la Marina Cubana y posteriormente va a cumplir 30 años como creador, impulsor y líder del Club.

Su férreo amor al mar y a las buenas maneras entre navegantes, le llevan a seguir luchando por aumentar las redes internacionales y buscar apoyos para continuar prestando servicios desde el Club a pesar de las tremendas dificultades que hay en Cuba.

Al salir nos acercamos a uno de los supermercados de la Marina en el que había toda clase de Ron y vinos importados a precios superiores a El Corte Inglés y en el resto de las estanterías únicamente había agua.

Volvimos al barco, pero ya teníamos claro que ir a Las Terrazas sería imposible y no tenía sentido quedarse mucho más tiempo. Dedicamos el día a repasar cosas del barco y a esperar a la familia de Gisela que iban a venir a visitarnos.

Los de seguridad empezaron con los romanceos de siempre, que si eran varias personas, que si más de las 18:00, etc… por lo que pillamos unas cervezas, un trozo del bizcocho que había preparado y nos fuimos a la puerta de la Marina a pasar un rato con la familia.

Un detalle importante es que nos trajeron un SIM para poder conectarnos a Internet!!!. Tengo que decir que en Cuba lo están pasando fatal, pero nunca les falta la sonrisa, ni las ganas de repartir felicidad. Mil gracias Meicy y resto de familia!!

Lo de Internet no fue nada sencillo, de hecho, no hubo forma. Al día siguiente (miércoles), poco después de amanecer pasó uno de los chavales vigilantes, le conté el problema y me dijo que fuéramos a hablar con Carlos (otro de los vigilantes que ya conocíamos). Estuvo accediendo hasta que llegamos a un punto que había que esperar a recibir un mensaje.

Quedamos con los franceses y un barco con croatas y un ruso para tomar un aperitivo por la tarde en el restaurante chino que hay en la Marina.

Aprovechamos para ir a pagar lo de la Marina. Ya he explicado que el cambio oficial del dólar/peso es 1/24, mientras que en la calle es 1/50. Lógicamente yo quería pagar en pesos cubanos porque me iba a costar la mitad que en dólares. Francisco me envió a negociar y me tocó a hacerlo con una cubanita que a pesar de ser un encanto me dejó claro que no podían aceptar dinero en efectivo y que el pago se debía hacer mediante tarjeta o transferencia. Para dejarlo claro, me enseñó el contrato firmado por nosotros. Aproveché para leerlo y fui a Francisco diciendo: estamos jodidos.

Cuando fuimos a pagar, nos hicieron la cuenta en pesos cubanos que inmediatamente lo convertían a dólares y vislumbré una posibilidad. El contrato decía que había que pagar con tarjeta en dólares o con cualquier otra moneda convertible. Dije que no había problema, pero quería pagar en euros. La chica se lo vio venir y nos pasó directamente con su jefe. Éste dijo que no había problema, que nos hacía el cálculo en euros y que eso equivalía a tantos dólares. A lo que dije que no, que me negaba a pasar la tarjeta en un TPV que me pusiera una cantidad de dólares. Sólo estaba dispuesto a pagar una cantidad de euros (o en su defecto, al contado con pesos cubanos, jeje).

El, insistiendo en que no había ningún problema en que pagáramos en dólares y nosotros que no entendíamos como no aceptaban que pagáramos con la moneda oficial del país.

Pues ahí estuvimos mareando un buen rato hasta que de repente le llamaron dando una solución. Entraron en la página de pago electrónico de Abanca (Banco Español) y desde ahí nos cobraron en euros.

Vamos, que ganaron ellos…

Luego, medio desesperados porque nos íbamos al día siguiente y queríamos poder comunicarnos con la familia, ver la meteo, cuentas bancarias y esas cosas, tuvimos que tener paciencia hasta que de repente, pip pip, recibimos el mensaje en el móvil y tuvimos ya internet.

Para celebrarlo nos fuimos a comer al chino al que volveríamos luego para el aperitivo. Nos dieron las cartas y me puse a estudiarla bien a ver lo que pedíamos. Una vez decidido apareció el que parecía el dueño del restaurante. Un tipo con pinta de vasco de 1.80×1.80×1.80. Iba ya a pedir cuando Francisco inteligentemente pregunta: ¿qué tienen? A lo que el pseudovasco contestó que sólo tenían 3 platos de la carta, por lo que con mi cara de idiota pedimos esos 3 platos.

Comimos los 3 platos, varias cervezas y a saco a aprovechar las pocas horas que nos quedaban de internet.

Por la tarde quedamos 2 españoles, 2 franceses, 2 croatas, 1 inglés y un ruso. Estuvimos de risas bebiendo varios tipos de ron y tequilas. El ruso un poco más calladito, pero los croatas y la pareja francesa un descojono.

Pues estábamos a lo nuestro cuando un grupo de unos 12 cubanos y 2 altavoces como las Torres de Serranos empezaron recoger para irse. Se subieron 2 cubanas en un cochecito y los otros 10 con los dos altavoces en un perol de los años 50.

El cochecito hizo marcha atrás cuando se oyó ¡crashhhhhh! y vimos como un árbol que estaba dentro de una maceta bastante grande se meció suavemente hasta que cambió su natural verticalidad por una reposada horizontalidad.

Salieron las dos cubanas a ver el resultado, y sobre todo a ver si se había dado cuenta el de seguridad, que sí lo había visto.

Las vi tan preocupadas que fui a echarles una mano (mientras todo nuestro grupo aplaudía y gritaba: Torero, torero…)

Puse el árbol de pie y coloqué unos cuantos trozos del macetero en plan trencadís, estilo Gaudí o Calatrava. Las dos chicas que estaban agobiadísimas se subieron al coche y arrancaron mientras yo volvía a la mesa y de repente,…pararon, aparcaron, se bajaron del coche, y vinieron a nuestra mesa a darnos las gracias.

Una de ellas era más calladita, pero la otra habló en ruso con el ruso, chapurreó francés con los franceses y hablaba con los croatas un inglés mucho mejor que el mío.

Los tequilas y los rones ayudaron a mantener una conversación fluida (ya daba igual el idioma) y muertos de risa se fue desmadrando el asunto cuando llegaron los cantos y los bailes.

Nos cantó una versión muy sensual (sobre todo para el ruso) de Bésame mucho y poco más tarde nos fuimos todos a dormir (el ruso tardó un poquito más) porque al día siguiente salíamos rumbo a la Azores.

Previamente hicimos una apuesta con los croatas del que llegará último a Azores pagaría las siguientes copas

A primera hora de la mañana nos despedimos de los tíos de Gisela con la promesa de que volveremos a verlos y partimos rumbo a Azores, la etapa más larga del viaje

One thought on “Cuba…quiero bailar la salsa…

  1. Que chulo Javier, super interesante! Y que penita, pobre Cuba. Que manía tienen los grandes de aplastar a los pequeños. Eso de la sombra lo conozco, en Thailandia tuvimos la misma experiencia. Tienes el sol directito a la cabeza. Que tengáis buena mar hasta Azores. Cuidaros mucho. Un beso.

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