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Las personas son espíritus enormes, que viven en cuerpos muy pequeños y que envejecen muy deprisa

Esta descripción inmejorable es de mi prima Elia Barceló, que no sólo es una de las mejores escritoras españolas, sino que además forma parte de mi increíble familia, a la que adoro.

Tengo que reconocer que la familia Barceló, a pesar de que no recuerdo haberlos visto más de una vez al año (como mucho), me ha marcado muy profundamente. Siendo yo un nano petano, me quedaba con la mandíbula abierta cuando mis tíos Pepe y Salvador me llevaban al taller y me enseñaban los inventos que allí hacían. Recuerdo perfectamente que tenían una patente de un calientapuños para moto. Las veces que lo he echado de menos!!!. Pero es que, además, cantaban a dúo de maravilla y ponían una pasión y determinación en todo lo que hacían que me maravillaba. Ellos, junto a mi padre, me introdujeron en temas de ciencia, electricidad, mecánica, etc.

Reconozco, que de pequeño era un repelente y hacía cosas como jugar al scalextric con un panel solar. Esto ha cambiado, ya que ahora, ya no soy pequeño.

Mi prima Elia me explicó que somos descendientes del corsario Antonio Barceló (Toni para los amigos). Me ilusiona pensar que quizá algo de sus genes ha llegado a mi sangre. Lo que es seguro es lo siguiente: con lo que me ha ido contando mi padre de todos los sitios del mundo que ha conocido en su vida, y con lo valiente que ha sido mi madre, capaz de moverse por todo el mundo sin apenas ver, es que algo de espíritu aventurero me tenía que llegar.

Sinceramente creo que hay mil maneras de morir, pero sólo una de vivir. Seguramente todos queremos vivir muchos años, en mi caso prefiero probar 999 cosas, que quizá tengan un riesgo, antes que vivir atemorizado por lo que pueda pasar.

Esto implica que siempre que haya dos opciones: una segura y otra que es divertida pero que entraña un cierto riesgo, escoja la segunda.

Salí de Bocas del Toro sobre las 6:30 de la mañana. Sentí mucha pena. Enrica y Ángelo, Elena y Daniel, Ricardo, Kinga y Jonhatan, han sido excelentes amigos, y en el mismo instante que solté las amarras empecé a echarlos de menos. Llovía mucho y había poca visibilidad. Esto me beneficiaba puesto que no entendí del todo bien si podía o no salir en dirección a Linton. Por eso mismo decidí salir antes de que empezara a trabajar la Autoridad Marítima, por si acaso.

La travesía fue conforme a lo esperado. A motor todo el tiempo, lluvia intensa y corrientes fuertes que a veces iban a favor y otras en contra. Con las mismas revoluciones del motor, a veces iba a 7,3 nudos y otras a 4,2.

Intenté regular velocidad para llegar a la zona de Colón ya con luz del día. Puerto Colón es el lugar de paso de todos los barcos que van o vienen de cruzar el canal de Panamá. Os imagináis que tiene bastante tráfico. Me salió bien la jugada y fue la noche que casi más he dormido navegando, a base de dormir 30 minutos y ponerme una alarma, y así sucesivamente.

Al llegar a Linton Bay fui muy humilde, y cuando avisé por el canal 72 que estaba entrando por Isla Grande, aproveché para decir que era la primera vez que entraba en un puerto con el Arabela para atracarlo, y que por favor me lo pusieran fácil.

Fueron superamables y vinieron dos marineros que me dieron todas las facilidades para atracar el barco en un amarre en el que cabría el Juan Sebastián Elcano.

Me preguntaron si el barco se iba a quedar mucho tiempo y al contestar que sí, todos teníamos claro que no era el sitio ideal, por lo que me propusieron otro amarre. Fuimos a verlo y me parecía mucho mejor, por lo que me vine arriba y decidí cambiarlo. Previamente los marineros me dijeron que me lo pensara puesto que había varios barcos a los que podría “lastimar”. Dado que conocía bastante el puerto (estuve tres semanas por aquí), les pregunté si el barco pasaba entre los palos que marcan arrecifes y otro barco que había atracado y fuimos juntos a verlo. Muy, muy claro, yo no lo tenía, pero como ellos me dijeron que sí, procedimos al cambio.

Al ser un día sin apenas viento ni mar, la maniobra fue superfácil. Reconozco que el haber navegado por los canales entre manglares me ha dado “tablas” y se me hizo muy sencillo manejar un pepino que es de un tamaño prácticamente igual que mi apartamento. Son 15×7 metros = 105 m2.

De todas formas, en esta foto de google se puede apreciar el espacio de paso que hay entre los barcos amarrados y el arrecife, no creo que sobre más de un par de metros a cada lado.

En Linton me he reencontrado con el Venezolano, un Italiano y un Francés a los que conocía del mes anterior. Esperé a que llegara Jorge y su familia en el Saramia y por la tarde ya empezamos a planificar la vuelta.

Van a ser un par de días intensos. Jorge tiene que preparar su barco y yo tengo que dejar el Arabela preparado para pasar unos cuantos meses en un lugar con temperaturas de 30º y humedad del 95%. Tenemos asumido que se va a enmohecer todo el interior a pesar de limpiarlo todo con lejía y dejar cacharros con sal para intentar absorber la humedad. Tratar de comprar un deshumidificador es ciencia ficción.

Así que en esta fase me encuentro. Tratar de recoger bien todo para evitar robos en lo que hay por fuera y limpiar bien el interior para intentar paliar la aparición de mohos, etc.

Por otro lado, que casi se me olvidaba, Jorge y yo tenemos la aventurilla de cruzar el Caribe a mediados ya de Mayo, y regresar a España sin poder hacer ninguna escala. Hemos conseguido el documento Zarpe que autoriza salir el barco hacia España, pero la oficina de inmigración está cerrad y no podemos sellar pasaportes. Esperemos que no suponga inconveniente.

Reconozco que siempre me ha gustado más estar fondeado en medio de una bahía que estar atracado en puerto. Llevo muy mal la falta de intimidad y no poder poner mi música al volumen que quiera. Pero esta mañana me han despertado, al igual que hace un mes, los monos aulladores y ha sido una sensación magnífica (a las 5:00 de la mañana)

Uyy cuántas cosas voy a echar de menos cuando llegue a mi casa!!!

One thought on “Las personas son espíritus enormes, que viven en cuerpos muy pequeños y que envejecen muy deprisa

  1. Me alegro mucho que una parte del trayecto ya esté finalizada. Ahora solo os queda un «poquito» más, y en nada estáis en Valencia. Te esperamos con los brazos abiertos, a dos metros de distancia y con mascarillas!! Aunque igual para Julio eso ha pasado a la historia. Por lo menos sois dos para enfrentaros a lo que sea. Que los vientos y la mar os sean propicios. Un beso fuerte.

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