Cuando llegamos a Long Island había allí 3 barcos fondeados. A lo largo del fin de semana fueron llegando hasta que el lunes éramos 12 barcos. Por la emisora comentaron que eran norteamericanos de camino a EE.UU.
Estuvimos todo el fin de semana en el barco leyendo, descansando y sin mucho más que hacer. La noche del domingo al lunes, sopló un viento muy fuerte e incluso fondeados, las olas eran bastante molestas. No presagiaban una buena travesía. Sobre las 7:30 decidimos ponernos en marcha para ir a la gasolinera.
Llamamos por la emisora, pero no nos contestaron. La entrada a la marina es muy pequeña y el calado está pensado para motoras y no para un velero que por debajo del agua mide 2.30m. de profundidad. Como además soplaba un viento de costado, la maniobra de atraque fue bastante compleja. Con pericia, Jorge encaró el barco y con la ayuda de dos marineros pudimos atracarlo. En ese momento apareció una mujer pegando gritos diciendo que nos fuéramos.
Le dijimos que teníamos permiso para repostar y nos dijo que teníamos que haber llamado por radio. Le comentamos que habíamos llamado por radio y no nos habían contestado y nos dijo que no abrían hasta las 8:00. Ni poniendo ojos de cordero degollado, ni explicando que nos había costado mucho atracar el barco, ni con la mejor de las sonrisas hubo forma. A las 7:55 tuvimos que salir del puerto (la salida también fue una odisea), fondear a 50 metros de la bocana y a las 8:00 llamar por la emisora para decir que queríamos repostar.
Tuvimos que reenviar el correo con nuestra autorización y nos dieron permiso para entrar. Supongo que esa mujer cumplía con su obligación, pero la impresión que me dio es que antes trabajaba en una empresa de telefonía. Pudimos repostar ya sin problemas, pero no nos dieron permiso para tirar la basura ni para ir a comprar fruta y verdura (cerveza ya ni lo planteé). Una vez repostados pusimos rumbo hacia Bahamas y, sorprendentemente, el mar estaba mucho más tranquilo de lo que parecía a tenor de la nochecita que habíamos pasado.
Pusimos rumbo y llevamos 2 días navegando bastante tranquilos, prácticamente haciendo 130 millas/día y con bastante comodidad. La previsión dice que seguramente esta tarde se complica un poquito. Desde que salimos de Long Island ha sido prácticamente de domingueros. En estos momentos nos encontramos en pleno Mar de los Sargazos en el Triángulo de las Bermudas. Tengo puesta la caña a ver si pescamos algún monstruo marino, por la noche busco OVNIs o cualquier elemento sobrenatural, pero de momento, nada de nada.
Aquí voy a hacer dos incisos. Hoy en día es una maravilla poder disponer de previsiones meteorológicas fiables y de programas de ordenador que realizan simulaciones de rutas óptimas. Pero…a pesar de todo esto…toca navegar en el barco que te encuentras, con sus características y con el mar y viento que tienes donde te encuentras. Esto hace que, por ejemplo, cuando en el Saramia tenemos una previsión de viento de través (por la derecha) de 16 nudos (aparentemente perfecto), con rachas de 20 (el que me gusta a mi) y quieres hacer un rumbo hacia Bermudas, te encuentras navegando con una ceñida a rabiar, con un viento aparente de 24-25 nudos y con rociones que te impiden estar seco. En el Arabela sucedía algo similar, pero al revés cuando cruzábamos el Atlántico camino a Caribe.
La previsión hablaba de vientos de 16-18 nudos por popa. Si realmente eran 12-14 y el barco avanzaba a 5-6 nudos de velocidad, el viento aparente bajaba a unos escasos 8-10 nudos que hacía complicado navegar, por falta de viento para trimar correctamente las velas. Así que nadie se sorprenda cuando vea en www.modoparaiso.com, o en la del Saramia, www.unavueltaporelmundo.com, que las rutas o velocidades no se corresponden con lo que debería ser según las previsiones.
Por otro lado. A mí me encanta navegar. Necesito el mar. Disfruto sintiendo el barco, tratando de sacar lo mejor de él, trimando velas, ajustando rumbos. Soy incapaz de estarme quieto, probando a largar un poco más de escota, adelantando escotero, quitando un grado al rumbo, etc…Juanvi dice que debo tener lombrices y por eso no me puedo estar quieto. Por otro lado, estar fondeado ya sea en las Baleares, en Jávea y con más razón en el Caribe, es una absoluta gozada.
Dicho todo esto, tengo que decir que una travesía es un absoluto coñazo. Simplemente las 12-16 horas de ir de Valencia a Ibiza son una paliza. Pues pensad cuando llevas semanas en un lugar que o estás tumbado en la bañera o estás tumbado en la cama. Estar de pie es prácticamente imposible por la escora y simplemente estás en esa postura para ir de un sitio a otro o para cocinar. Actos como limpiarse los dientes, ducharse implican tener que falcar los pies en algún sitio, con una mano sujetarte y con la otra tratar de hacer lo que tengas que hacer. El momento de mayor placer del día es cuando decidimos lo que vamos a comer.
Supongo que por los años y costumbre ni Jorge ni yo nos mareamos, no quiero ni pensar algo así encima mareado. Sí que es cierto que se tiene mucho tiempo libre que permite leer, ver alguna película, escribir, pensar…Pero cuando terminas de ducharte al atardecer, ponerte ropa seca (intencionadamente no pone limpia), te sientas y de repente chofff, un roción te moja de arriba abajo, piensas…que narices hago yo aquí…
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Como que «qué hago yo aquí»? Pues justo lo que querías. Que el maldito covid os haya puesto vuestros planes upside down, no quiere decir que no estés disfrutando como un enano. A pesar de los pesares. Más aprendizaje de vida, de regalo!! Ya casi estaís en casa, un empujoncito más y en Bermudas. Y de ahí, casi, casi en casa. Cuidaros mucho.