Albert Espinosa recomienda que antes de abrir una carta, o un correo importante, que quizá pueda contener malas noticias, conviene dejarlo unas horas sin mirarlo antes de abrirlo. Me parece una buena estrategia que aplico desde hace años evitando la toma decisiones o realizar acciones “en caliente”.
Cuando eres capaz de dejar un par de horas en barbecho las emociones, generalmente se tiene una perspectiva mucho más amable de las cosas. Por la misma razón no he querido publicar nada hasta estar cómodamente tumbado con el portátil al solecito.
Digo esto porque hemos tenido casi dos días de un “marronaco que lo flipas”. El parte meteorológico nos avisaba de que íbamos a tener una borrasca con vientos de unos 20-25 nudos de aleta. Eso es perfecto para navegar, puesto que el mar viene casi por popa y el viento empuja con facilidad. Dicen que, con viento de popa, hasta un sombrero de paja navega bien. Si se observa nuestra ruta, aprovechamos primero para subir ciñendo hacia el norte, pasar Bermudas y, sabiendo que luego cambiaría, bajar hacia el sur. Tampoco había alternativa.
Nuestra intención no era precisamente hacer un triángulo por las Bermudas.
La subida fue prácticamente de ceñida con un viento similar al de la remontada del Caribe. No era especialmente cómodo, pero estábamos atentos a que cambiara de ESE a NO. Se hizo esperar, pero cambió. Vaya si cambió. Con un único y ligero matiz. El viento que esperábamos de 20 nudos con rachas de 25 se convirtió en un viento continuado de 40 nudos con rachas de 50.
Aquí hago un inciso puesto que requiere una explicación. Es un tema de física y consiste en que la fuerza que realiza el viento sobre un velero no es directamente proporcional sino exponencial a la velocidad del viento. Significa que 50 nudos no ejercen el doble de fuerza sino 4 veces más que 25. Por lo que las rachas de 50 eran lo que viene siendo “una barbaridad”.
Todos hemos navegado en alguna ocasión con vientos de 20 nudos y con rachas de 25-30. Reconozco que, con mi velerito Libélula, son esos 18-20 nudos el viento con el que empiezo a disfrutar. Pero un viento continuado de 30 nudos forma un mar “feo” y con 40 nudos es un temporal en toda regla.
Nos preparamos con traje de agua, arnés, dejamos menos de 2 metros de Génova y a correr el temporal. Correr el temporal significa recibir el viento casi de popa y prácticamente dejarse llevar. Te encierras dentro del barco, te sujetas a donde puedes, y esperas a que pase el suplicio. La única preocupación es al bajar la ola igual que los surfistas, que el barco se atraviese y la ola pueda volcarlo. El Saramia se comportó de maravilla y el piloto automático corregía el rumbo a la perfección. De todas formas, tuvimos varios “derrapes” de esos que piensas “uy, uy, uyyyyyy…”.
Lo que iba a ser viento fuerte durante unas horas se convirtió en viento muy fuerte durante un día completo.
Me gusta que Jorge y yo tenemos una cierta compenetración en lo referente a la seguridad. Casi siempre coincidimos en el momento de reducir o aumentar trapo, cambiar velas, etc. La puerta de entrada a la cabina estaba guardada en un tambucho en proa que sólo es accesible desde cubierta. Creo que Jorge la lleva allí desde prácticamente la salida de Gandía porque no la ha necesitado.
Como esperábamos mal tiempo, decidimos sacarla y dejarla dentro del barco por si acaso. Cuando empezó el festival, tampoco consideramos necesario ponerla puesto que las olas no rompían en la bañera hasta que…fui a salir a hacer algo y, en la escalera, vi como una ola enorme golpeaba la popa. Yo pude apartarme, pero entró por la escotilla abierta una ola equivalente a 10 cubos de agua. El pobre Jorge se acababa de tumbar a descansar y tuvimos que ponernos a limpiar el interior del barco con las bombas de achique a saco.
Ya cerramos completamente la cabina y teníamos que extremar las precauciones cada vez que salíamos a ajustar velas. En este caso el ajuste coincide en llevar el mínimo trapo posible que te permita tener gobierno (que el timón funcione) y que lleves la suficiente velocidad para que no te golpeen todas, todas, las olas.
Dentro es muy incómodo, intentas cocinar o comer y se mueve todo. No puedes sujetar al mismo tiempo un plato, un tenedor y un vaso. Si piensas que…un par de segundos aguantará…meeeeekkkk (error), algo acaba volcado y tú maldiciendo.
Con Jorge compartí ayer mi técnica de limpiarse los dientes con la cabeza apoyada en el espejo de enfrente, las piernas bien abiertas y el culo apoyado en la puerta de atrás. En un par de ocasiones he conseguido la postura sin darme más de 2 o 3 golpes. Menos mal que no nos mareamos ninguno de los dos. Ya es desagradable sin estar mareado, no quiero ni pensarlo estándolo.
La previsión de esa situación de unas horas se convirtió en más de 24 horas con vientos superiores a 40 nudos.
¡¡Pero es que hemos estado casi 3 días hasta bajar de 20 nudos!!! Eso sí, cuando ha bajado, lo ha hecho del todo. Encalmada que no permite navegar a vela y hay que hacerlo a motor. La previsión es que tendremos que ir a motor durante dos días. Llevamos gasoil para ir 5 días a motor, por lo que todavía tendremos una buena reserva.
Si miramos las previsiones, podríamos subir hacia el norte para tener más viento, pero para la semana parece que va haber otra castaña al norte que nos obligaría a seguir subiendo al Norte hasta el infinito y más allá.
Hemos optado por ir por esta zona de vientos más flojos y/o encalmadas y, aunque tardemos más, ir esperando a que lleguen los vientos para evitar comernos otro temporal.
Hemos hecho balance de daños y lo más doloroso ha sido que se han “pinchado” alrededor de 20 latas, la mayoría de cerveza. Es una tragedia puesto que no hay reemplazo posible aquí en medio. En fin…
Es curiosa la gestión de las emociones por el cuerpo humano. Estoy seguro que, si antes teníamos el umbral de los 30 nudos de viento como algo aceptable, ahora sabemos ya que 40 nudos también puede ser una cifra asumible. Lo que sinceramente espero es no tener la necesidad de aumentar ese umbral mucha más. Tampoco se lo recomiendo a nadie.
Como siempre han dicho padres y abuelas…que necesidad?
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Madre mía J, salíd de ahí como podáis…..
¡Ningún mar en calma hizo experto a un marinero! El escritor de esta famosa frase realmente quería decir «La tormenta y su puta madre», pero no hubiera pasado a la historia.
Siento la pérdida de las cervezas como algo propio, realmente algo irreparable.
¡Ánimo, un día más es un día menos!