Faltaban unas 30 millas cuando divisamos tierra. La entrada en la bahía de Le Marin es bastante complicada. Hay un canal bien balizado (con el sistema americano de colores de boyas, es decir al revés (y no le podemos echar la culpa a ningún presidente EE.UU. actual😂).
Hicimos los cálculos de la hora a la que llegaríamos, si todavía la luna iluminaría, y decidimos intentarlo sabiendo que iba a ser muy justo. Fui yo primero a echarme un rato hasta las 00:30 y luego bajó Francisco a descansar hasta las 2:30. Al estar un poco nublado y apenas quedar 20 minutos de luna, optamos por fondear en la bahía de Sainte-Anne, opción mucho más prudente. Totalmente a oscuras y sobre un fondo de 5m. echamos el hierro después de 23 días.
Fue un momento muy emocionante. Dos personas que nos conocemos desde hace pocos años, con poca experiencia en navegación de altura, habíamos cruzado un océano.
Increíble la sensación de descansar unas horas sin que el barco se mueva, pero no pude resistirme a ver el amanecer. Es difícil describir ver salir el sol, pero esta vez sobre una tierra llena de vegetación que cubre cada metro. Entré nuevamente en mi camarote para descansar un rato más y, al salir, estaba Francis radiante ¡Ha salido una tortuga de casi dos metros al lado del barco!!
Desayunamos (sin tener que estar sujetando la taza de café) y entramos por el canal para entrar en la Bahía de Le Marin. Debe haber miles de barcos. Es una Bahía muy protegida del mar, pero peligrosa ya que se pasa con mucha facilidad de una sonda de 20m. a otra menos de 1m. El resultado de esto es que está lleno de barcos embarrancados y de veleros hundidos en los que únicamente afloran un par de metros de su mástil.
Teníamos mucho que hacer siendo la lista de reparaciones algo parecido a:
-Contactar con el electricista para reparar el generador.
-Cambiar el alternador de uno de los motores. No lo cambiamos navegando porque para cambiarlo era necesario desconectar completamente la electricidad, con lo que nos habríamos quedado sin piloto, electrónica, AIS, etc. Como tampoco era imprescindible optamos por hacerlo fondeados
-Ir a la velería para reparar el Gennaker y el Génova
-Comprar los prensaestopas
-Cabo para arreglar el pajarín
-Conseguir botellas de Butano para el congelador
Y lo más importante:
Comernos un helado gigante!!!
Genial y enhorabuena a los dos por la experiencia de la travesía y por el helado.