De Escudo de Veraguas a Bocas del Toro apenas había 50 millas por lo que llegaba de sobra saliendo a las 2:00 am, es más, no tenía ninguna prisa en llegar. Manolo me comentó por el satelital que quizá podría hacer una parada en Playa Azul. Es curioso, mi amigo Manolo sigue desde hace años a Jorge del Saramia, al que yo conocí en San Blas. Curiosamente era Jorge el que mencionaba Playa Azul y él no ha estado en Escudo de Veraguas.
Mi objetivo era tener internet por lo que me acerqué a Playa Azul y al ver que no tenía cobertura, decidí seguir adelante entrando por la zona E en lugar de continuar hasta el canal de entrada por el N.
La región de Bocas del Toro es otro paraíso. Está formado por unas cuantas islas muy grandes y turísticas con hoteles tipo Lodge (cabañitas que en muchas ocasiones están encima del agua), y por multitud de cayos e islas muy pequeñas con mucha más vegetación que San Blas.
Este paraje idílico tiene un inconveniente. Todo está lleno de arrecifes y bancos de arena que hacen muy, muy complicada la navegación.
Lo gracioso es que una vez estás metido en el lío no tienes mucha más opción que seguir. Hace tiempo que decidimos que nunca íbamos a dejar algo para más adelante o para otro momento más apropiado.
Cuando se navega interesa arrastrar el dinghy a un mínimo de 3-4 metros del barco, pero cuando se está haciendo maniobra, el cabo con el que se arrastra el dinghy puede engancharse con la hélice y provocar un problema (ya nos ha pasado varias veces). Ello supone que cuando preveo que tengo que maniobrar, tengo que acercar el dinghy para amarrarlo más corto y cuando pasa la maniobra, vuevo a largarlo.
Pues creo que a Francisco le hubieran dado varios infartos cuando la carta indicaba 12 metros y la sonda pitaba como loca que tenía menos de 2 (no diré el número exacto). Al asomarme para amarrar en corto el dinghy me di cuenta de dos cosas: el agua estaba superlimpia y se veía el fondo perfectamente (eso es bueno), la segunda era que el fondo era de arrecife (muy duro, no de arena blandita) y estaba muy cerca (esto es no bueno). Más por instinto que por otra cosa me fui desplazando hacia donde creía que podía haber aguas más profundas (mientras las alarmas pitaban como locas) hasta que la sonda volvió a subir. Es curioso como aprendes a «leer» la profundidad con los brillos que se producen en el agua y vas decidiendo el rumbo combinando lo que ven tus ojos, con lo que dice la carta y con lo que aparece en la sonda.
Con posterioridad, pude darme cuenta de que probablemente el fallo tiene que ver con que las cartas no están bien colocadas para que coincida tu posición en la carta con el lugar exacto en el que te encuentras.
Mientras que en la ortofoto se ve como pasé más cerca de la zona blanquita
A partir de ahora ya sé que tengo que mirar la carta con la sonda, mirar a ver las sombras en el agua, ver la sonda, vigilar el dinghy, y además ver la ortofoto. Luego dicen que es un placer…
Después del susto ya no me apetecía ir a Cayo Coral que estába justo en el meollo. Decidí ir por la zona más profunda para llegar a Johnson Cay, pero al ver que no tenía cobertura opté por ir a Bocas del Toro pueblo.
Soy especialito con los fondeos, el Arabela no es un barco pequeño y las dos zonas recomendadas estaban con demasiados barcos para mi gusto. Vi que había en otro sitio una especie de carabela y otro catamarán y fondeé a su lado. Sonda de menos de 6m., pude soltar casi 40 de cadena y cuando bajé a ver el ancla vi que estaba perfectamente enterrada en arena, vamos, la perfección absoluta.
Por el toque de queda sólo puedo bajar a tierra martes, jueves y sábado de 7:30 a 9:30 am, por lo que estuve varios días aprovechando que tenía internet para hacer un montón de cosas (entre ellas la declaración de IRPF). La verdad es que es una gozada poder estar confinado en un entorno precioso y hablando con familia y amigos como si estuviera en casa. Precisamente por eso decidí irme de Linton Bay.
El martes bajé a tierra y primer problema. Toda la costa está formada por restaurantes, hoteles, negocios y casas que llegan hasta la costa. Por la cuarentena todo está cerrado por lo que es imposible dejar el dinghy en ningún sitio y salir a la calle. Vi a un chico en un local (no puedo decir el nombre) y me acerqué dando pena. Primero me dijo que no podía, pero conseguí darle más pena hasta que me permitió dejar el dinghy mientras iba a comprar.
Realmente es una calle, pero con varios supermercados regentados por chinos que, no nos engañemos, no son Mercadona, pero desde que salimos de Puerto Colón, no había visto nada parecido. Tenían muchas cosas, entre otras, compré un paquete grande de levadura de la que tampoco me sirve.
Como además del toque de queda, hay ley seca, es imposible comprar cerveza. Me di una vueltecita, para ver aquello y de regreso al local para recoger el dinghy. Tipo curioso el del local, empezó a hablarme de las ventajas de tener sangre alcalina tomando bicarbonato y no recuerdo que clase de té. Le pregunté si la cerveza servía para algo y me dijo que no, pero que me podía vender. Así que más feliz que una perdiz llegué al Arabela con levadura que no sirve para nada y una caja de tercios.
Pasaron un par de defines a 20 metros del barco y multitud de pececitos por debajo.
El miércoles se me pasó hablando con unos y otros y oyendo música que no falta ningún día. Aprovecho para decir que escuchando música grabada por mi primo Paco, que nos dejó hace poco, estando yo ya en el viaje. Seguro que está feliz de saber que Yolanda me la está enviando y ahora están escuchándose sus mezclas en sitios recónditos del planeta.
Ya tenía una ruta bastante clara de sitios que quiero visitar pero no tenía claro si movería el jueves o el viernes, porque lleva varios días lloviendo y quería repostar gasoil hasta los topes haciendo viajes con dos bidones en el dinghy.
El jueves por la mañana me desperté sobre las 5:00 por unos golpes que oía en el casco. Me levanté y salí a ver. Eran multitud de peces, ya medianos, dando saltos en el agua y algunos chocando contra el casco del Arabela. Intuyo que abajo habría algún tipo de «barracus obtusos» que les animaba a brincar a tan tempranas horas. Luego, ya a una hora decente, vino la autoridad portuaria, mientras yo estaba hablando por teléfono, a indicarme (muy amablemente) que por favor moviera el barco porque estaba en medio del canal por donde pasan muchas embarcaciones y era peligroso. Expliqué que quería repostar y si lo podía mover el viernes y me dijeron que repostara pero por favor lo moviera el mismo jueves. Como expliqué en el post anterior, me encanta que si en algún momento me es indiferente, o no tengo criterio claro para tomar una decisión, alguien la tome por mi. Ya estaba claro que movía el jueves. Fui a por gasoil y en la gasolinera que hay cerca del barco me dijeron que sólo vendían gasolina e iba a tener complicado comprar gasoil, que probara en la marina. También me dijeron que tenía suerte de que por el coronavirus hay mucho menos tráfico de los taxi-botes, porque si no tendría ya un par estampados en el barco. Fui a la marina y efectivamente me comentaron que también debido al coronavirus están desabastecidos de gasoil y sin poderme decir cuándo tendrán.
Bueno, otro problemilla añadido, menos mal que con las mismas dificultades voy consiguiendo cerveza, si no sería una tragedia.
Levante fondeo y camino hacia la Playa de las Estrellas, me voy fijando en los lugares de fondeo que indican las cartas de Bauhaus. Me gusta Saigón para la próxima vez que quiera ir a Bocas del Toro, pero mientras subo hacia el norte veo que todos los lugares recomendados están sin ningún barco.
El sitio más cercano donde puedo fondear es Ground Creek, es una especie de laguna y fondeo rodeado de manglares y selva.
Voy con el dinghy a la Playa de las Estrellas y las veo, aunque me impresiona más la multitud de bancos de peces.
Quizá haya más estrellas en otra zona, pero no me atrevo a ir a buscarlas y creo que debo hacer un inciso. En Panamá son extremadamente extrictos con la cuarentena. Me consta que hay multitud de detenciones (esposados) por no llevar la documentación o ir a tierra fuera de los días u horas en los que corresponde según se sea hombre o mujer y el último número de la cédula de ciudadanía o pasaporte .
Tengo claro que mientras esté en el barco, cumplo con la cuarentena independientemente de dónde se encuentra en cada momento fondeado el barco. También interpreto que si llego a una playa, pero voy nadando con las aletas, técnicamente no estoy pisando tierra. Pero como lo veo un poco cogido con pinzas, trato de hacer estas cosas con la máxima rapidez y sin que me vea nadie para evitar tener que explicarlo con mayor nivel de detalle o defenderlo con mayor vehemencia.
Una vez vistas las estrellas y de vuelta al barco, me doy cuenta que hay unos canales entre los manglares por donde de vez en cuando aparecen barco-taxis a toda paleta. Decido ir ver el recorrido y poco a poco me vengo arriba y decido planear por el recorrido entre manglares. El primer vídeo que era el chulo no se ha grabado demasiado bien, pero podéis ver el segundo. Y sí mamá, tendré cuidado.
Realmente no estoy sólo. Tengo multitud de mosquitos que me están devorando mientras escribo y oigo muchos ruídos en el agua alrededor del barco.
He decidido pasar la noche aquí. Para entrar en la laguna hay que pasar muy cerca de una casa donde viven indígenas de esta zona llamados Ngöbe. He pasado a saludarlos, he visto que había varios niños, de los cuales ninguno tenía aspecto de asesino sanguinario, y me han dicho que éste es un sitio seguro por lo que me he quedado.
También tengo que decir que por si acaso, el baño nocturno ha sido extremadamente rápido y que en este momento hay una noche totalmente oscura donde sólo oígo la selva (bueno, y la música de Paco bajita para no molestar).
Mi amigo Paco me ha enviado un whatsapp esta mañana que me ha animado a escribir. Paco ha sido capaz de verbalizar perfectamente lo que pretendo cuando cuento estas historietas. Gracias Paco.
P.D: soy consciente de los jaleos que provoco con los tiempos y días, pero escribo cuando me viene bien y se publica cuando se puede. Pido perdón por ello